Cuando les cuento a mis amigos que hay fines de semana en los que viajo a festivales lejos de Pamplona con todo el gasto que conlleva sólo para bailar, me miran con cara rara… les entiendo: full pass 180 euros, alojamiento otros 90, gasolina, comida, horas de no dormir… es una inversión muy importante de dinero, tiempo y energía. ¿Para qué?
En Valencia estuvimos tomando clases con probablemente la mejor selección de profesores que puedes encontrar ahora mismo: nos volvimos a encontrar después de muchos años con Henric y Joanna, que son una pareja maravillosa, como salida de una película americana, con una didáctica increíble y con muchísima cercanía con los alumnos. Se respira calma y relajación en sus clases, a pesar de que sus movimientos son espectaculares… Volvimos a tener clase con Pamela, esta vez acompañada de Rikard. Probablemente una de las mejores clases que he tenido nunca… como resumen una frase: “se tarda cinco años en aprender la técnica para ser pintor, y toda una vida en volver a volver a pintar como un niño”. Tuvimos también a Héctor y Sonia, que hicieron una exhibición en la fiesta del viernes que me puso los pelos de punta… y a Remi y Alice, que ahora mismo son, para mi gusto,la pareja más potente del panorama internacional.
Pero si tengo que elegir algo que he aprendido este fin de semana, me quedo con el concepto de bailar como si fuera un niño, encontrar mi baile, disfrutar de la música, cantar a la vez que bailas… desaprender para poder mejorar…
Aunque la localización este año de las fiestas no fue tan buena como el año pasado, el ambiente fue fantástico, con los mejores bailarines de España y de Europa reunidos gozándola como nunca y muy buena música en directo, entre otros con los chicos de Le Dancing Pepa, que pronto tendremos también en Pamplona. Bailar con música en directo, y con una banda que interactúa con los bailarines, que acelera y luego frena, que juega con los matices y las intensidades, es una delicia.
Lo que obtienes en un fin de semana de clases y fiestas así realmente es difícil de explicar… conectar de nuevo con el baile, disfrutar, no dejar de sonreír, reencontrarte con viejos amigos, y hacer otros nuevos… bailar con aquella persona con la que ni siquiera intercambias más de dos o tres frases, pero con la que despegas los pies del suelo y echas a volar… Realmente, merece la pena.